Educar para ser responsables
requiere de una continua atención a
nuestros propios actos.
L@s niñ@s aprenden de lo que escuchan pero
sobretodo aprenden de lo que ven. De manera que conductas responsables de los
adultos provocan respuestas responsables en ell@s. Por el contrario en
ocasiones intentamos inculcar responsabilidades desde la incongruencia , es
decir, desde predicar una cosa y actuar en sentido contrario. Esta actuación
genera confusión e inseguridad en l@s pequeñ@s y esto no les ayuda en la toma
de responsabilidades.
Por
ejemplo si escuchan que no hay que
mentir pero luego decimos cuando llaman al teléfono que digan que no estamos,
estamos trasmitiendo un mensaje contradictorio cuando menos, que genera confusión e inseguridad que hemos mencionado.
A esto le añadimos que en la infancia las ondas cerebrales tienen una vibración más baja que hace que la percepción de lo que “pasa” alrededor sea más intensa y l@s pequeñ@s tienen una capacidad impresionante para captar lo que pasa en realidad, independientemente de lo que este siendo verbalizado o visualizado.
La congruencia entre lo que
decimos y lo que hacemos es muy importante si queremos ayudar a formar personas
seguras y responsables , es por ello por lo que más arriba afirmaba que debemos
prestar atención a nuestros propias conductas, ya que somos en gran medida escultores
de la personalidad de l@s niñ@s
El consejo de Gandhi
Cuentan que una mujer preocupada
porque su nieto comía mucho azúcar fue a ver a Gandhi con el niño y de dijo:
-
Por favor,
maestro, dígale a mi nieto que no coma azúcar.
Gandhi le contestó:
-
Por favor,
vuelvan la semana que viene.
A la semana siguiente, la mujer y su nieto volvieron.
-
¿Se
acuerda de nosotros? Estuvimos aquí la semana pasada para que le dijera a mi
nieto que no comiera azúcar.
-
Sí, claro-
respondió Gandhi, y le dijo al niño-: No comas azúcar.
La mujer, sorprendida, le preguntó:
-
Y ¿Por qué
no le dijo eso la semana pasada?
Gandhi respondió:
-
La semana
pasada, yo comía azúcar.